En la famosa película “MonstersInc” los monstruos abren unas puertas que aparentemente no conducen a ningún lado, y entran directamente a los dormitorios de los niños para asustarlos. Esta escena es lo más parecido a la cuarta dimensión. Una puerta que atraviesa el espacio-tiempo y nos conduce a otro lugar. Stephen Hawking hablaba de “mundos paralelos” en su teoría del multiverso. ¿Cómo llegar a esos mundos que ni siquiera podemos imaginar? Mundos posiblemente reales, desde la teoría, pero a los que sólo podemos arribar a través de la matemática.
El profesor Luis Bustillo, estudioso de las ciencias ocultas y de la teosofía, sugiere que los fantasmas, los ruidos que nos paralizan a mitad de la noche; la capacidad de “desdoblarse” que tienen algunas personas, incluso después de haber muerto, como se decía de san padre Pío de Pietrelcina; las curaciones “milagrosas”, los “viajes astrales” de los chamanes y visiones del futuro o del pasado, entre otros fenómenos extraordinarios que no tienen respuesta desde la física, podrían explicarse desde la cuarta dimensión.
La teoría no es descabellada. Es muy difícil para los seres humanos que vivimos en un mundo de tres dimensiones -altura, ancho y profundidad- pensar en términos de una cuarta dimensión.
“En física existen funciones matemáticas que describen cosas físicas como, por ejemplo, la velocidad de un objeto o la intensidad luminosa. Decimos ‘función’ porque depende de alguna variable. Por ejemplo, la intensidad de la luz depende de la posición en la que uno está con relación a la fuente luminosa. Si me alejo, la intensidad de la luz es cada vez menor. Pero hay funciones matemáticas que dependen de dos o tres variables. Por ejemplo, si medimos una ola, tendremos tres dimensiones: la altura, el ancho y la superficie de la ola en relación con la playa. Decimos que la ola, como todo objeto, tiene tres dimensiones: altura, ancho y profundidad”, explica el físico David Comedi.
“Ahora bien, algunas funciones matemáticas en física describen realidades que dependen de cuatro variables: las tres coordinadas espaciales (profundidad, altura y ancho) y el tiempo. La teoría de la relatividad establece que no hay motivo para considerar el tiempo como si fuera una variable o una dimensión distinta de las otras tres”, explica.
El tiempo, entonces, es la cuarta dimensión planteada por primera vez por Albert Einstein en su teoría de la relatividad, en 1905. El problema es que es muy difícil de imaginarla y de dibujarla, quizás, como dice Comedi, “porque nuestro cerebro está configurado para ver los objetos en tres dimensiones”. Si bien sólo podemos acceder a la cuarta dimensión a través de la matemática, “esta teoría es exitosa para explicar fenómenos como los agujeros negros”, señala Comedi. De todos modos “hoy existen teorías que requieren más variables que cuatro, que son las multidimensionales”, agrega el físico. Y recuerda que Hawking hablaba de “universos paralelos” y especulaba con que nosotros vivimos en uno de ellos.
Ver fantasmas
“El tiempo y el movimiento siempre van juntos, pero no lo podemos captar porque es algo abstracto. La cuarta dimensión sí lo capta porque cuando entrás a la cuarta dimensión el tiempo se vuelve espacio. Cuando entramos en esa sintonía podemos ver cosas que han pasado alguna vez”, explica Bustillo. “En la cuarta dimensión estaría la gente que vivió en el pasado, y que desde aquí, desde la tercera dimensión creemos que ya no existe, porque forma parte del pasado”, dice al borde de la emoción.
“Las visiones que llamamos fantasmas son vislumbres de seres o entidades, trazos, huellas, que han dejado en la cuarta dimensión, donde de alguna manera continúan. Allí estaría la mayoría de los santos, que a veces se han visto en distintos lugares al mismo tiempo. En la cuarta dimensión se pueden ver los hechos del pasado y los del futuro, porque en ella no hay más tiempo”, sostiene el integrante de la Sociedad Teosófica de Tucumán.
Mundos divorciados
Bustillo nos invita a imaginarnos que vivimos en un mundo de dos dimensiones. Un mundo plano, donde existen sólo el largo y el ancho. Un mundo donde viven seres chatos que se pueden mover de izquierda a derecha y para adelante o atrás, pero que son incapaces de desplazarse hacia arriba y abajo. Bustillo saca una hoja y hace un agujero pequeño e introduce un lápiz desde el extremo chato. “El papel es el mundo de dos dimensiones y el lápiz, pertenece al mundo de tres dimensiones. Los primeros solamente verán un círculo (el extremo del lápiz) que se agranda o se achica y no imaginarán el resto del lápiz, que está del otro lado del papel. De la misma manera a nosotros, que somos seres tridimensionales, nos cuesta ver en la cuarta dimensión”, ilustra.
El astrofísico y divulgador científico Carl Sagan decía: “somos seres tridimensionales atrapados en tres dimensiones, que imaginamos el mundo ‘plano’ en tres dimensiones”.
Lecturas sugerentes
Bustillo se sumerge en una serie de lecturas que lo dejan pensando. Una de sus favoritas es “Tertium organum”, del filósofo matemático ruso Piotr Ouspenski. Este autor desarrolla el concepto de cuarta dimensión como “amplia metáfora de la naturaleza esotérica de la realidad”. Sus esfuerzos para “experimentar estados superiores de conciencia” se centraron en probar que “el hombre moderno necesitaba un modelo totalmente nuevo de acceder al conocimiento; un modo cualitativamente diferente del clásico y positivista”. “Tertium organum” toma ideas de los místicos de Oriente y de Occidente, del arte sagrado y las teorías científicas.
La idea de una cuarta dimensión se hizo popular en las primeras décadas del siglo XX entre algunos artistas. Por ejemplo Marcel Duchamp, Kasimir Malevich, Piet Mondrian, Kandinsky y René Magritte. Este último, pintor surrealista belga, pretendía cambiar la percepción de la realidad y forzar al observador a hacerse hipersensitivo.
A Bustillo la idea de la cuarta dimensión lo emociona. “Si estuviéramos seguros de que la cuarta dimensión existe no lloraríamos tanto a nuestros seres queridos cuando mueren, porque sabríamos plenamente que siguen existiendo de otra manera”. Piensa en su propia madre y se le llenan los ojos de lágrimas. “Con el cuerpo que generalmente se lo conoce en ocultismo como cuerpo astral, luminoso”, agrega.